domingo, 30 de septiembre de 2012

30. Parque Nacional de Lawacharra (Srimongol)



El Parque Nacional de Lawacharra es uno de los últimos fragmentos que aún quedan del bosque tropical primitivo en Bangladesh. El área fue establecida formalmente como parque nacional en 1996. Muchas de las grandes especies de mamíferos hace tiempo que desaparecieron de la zona (por ejemplo, tigres, leopardos, osos, o el sambar), probablemente como resultado combinado de la caza y la fragmentación del hábitat. Sin embargo, las poblaciones de muchas especies de mamíferos pequeños y medianos, que pueden sobrevivir en hábitats perturbados como por ejemplo los chacales, monos, ciervos o cerdos salvajes aún permanecen. El Parque alberga poblaciones importantes de gibones, macacos y langures. Casi un tercio de las aves que habitan en el país pueden verse aquí. A pesar de la importancia del parque, éste no está libre de los peligros de las grandes multinacionales. En el 2008 el gobierno permitió que una petrolera estadounidense, Corporación Chevron, realizara exploraciones sísmicas en busca de yacimientos. Estas exploraciones se basan en explosiones y emisión de ondas generan un enorme estrés a los animales haciéndoles huir de la reserva. Numerosos grupos locales han protestado contra estas exploraciones pero de momento con nulo resultado.
El acceso al parque es muy sencillo. Está a pie de carretera y unos carteles impiden que lo pases de largo. Tras abonar la entrada, diez veces más cara para los foráneos que para los lugareños, nos adentramos por el sendero principal. Una vez cruzadas las vías del tren que atraviesan el parque empiezan las tres rutas marcadas. Perderse por este parque no es fácil, pero tampoco lo es seguir los senderos marcados. En cualquier caso para disfrutar del parque no necesitamos seguir las rutas marcadas y nos bastó continuar los caminos para poder toparnos con monos, pájaros y sobretodo un montón de sorprendentes insectos, especialmente arañas. Nos llamó poderosamente la atención una pequeña araña que parecía tener unos cuernos cinco veces su cuerpo, y por supuesto, la siempre enorme y llamativa araña bananera, que aunque dicen que no es peligrosa, no tentamos a la suerte.
Aunque había estado todo el día parcialmente nublado, a medio día la luz comenzó a cambiar rápidamente y en unos minutos dio la sensación de que estaba anocheciendo. Apenas nos dió tiempo para alcanzar un refugio antes de que una tremenda tromba de agua descargara sobre el bosque. Durante una hora la tormenta nos atrapó así que tomamos un té mientras esperamos a que escampara.
Decidimos dar por terminada la excursión pues la tromba había dejado embarrados los caminos y apenas nos quedaban tres horas de luz. Sin prisa y con una parada en un puesto de té a pie de carretera retornamos a la ciudad.
Nos conectamos a internet, aunque la velocidad es tan lenta que en una hora apenas nos da tiempo a chequear el correo y ver que el país aún sobrevive, a pesar del gobierno.
Cenamos en el Restaurante Agra, el más lujoso de la ciudad, y donde los lugareños acuden a celebrar fechas señaladas...y la verdad es que casi preferimos cualquier otro de la ciudad porque el sobreprecio no compensaba.

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