domingo, 18 de septiembre de 2011

18. Muang Noi Neua



Mientras desayunamos vemos como la barca parte a Nong Khiaw llena de foráneos. El ir y venir de viajeros es constante. A nosotros aún nos queda un día por delante. Hemos decidido madrugar y visitar las cuevas que se asientan tras el acantilado que protege al pueblo y volver a la aldea Huay Bo.
A las cuevas se llega tras un corto paseo de veinte minutos que no tiene pérdida, basta con seguir la tubería negra de toma de agua. En la base de las tres cuevas, y tras pagar 10.000kips, se tiene derecho a una linterna, un palo y todo el tiempo que desees para explorar las dos cuevas. La ascensión es fatigosa, y más cuando el terreno está tan resbaladizo. Algunos tramos se salvan gracias a precarias escaleras de bambú y otros directamente trepando por las rocas.
En la entrada de la cueva 1 nos encontramos pequeños restos de la segunda guerra de Indochina. La cueva presenta una entrada grande y amplia pero no es muy larga. Por contra la cueva 2 es muy larga aunque la entrada está parcialmente tapada por unas rocas. Una vez en el interior su tamaño es enorme. En algunas zonas el techo está a más de 50m del suelo. La cueva aún está viva y aunque el paso de turistas y lugareños haya destruido muchas de las estalactitas y estalagmitas aún siguen formándose otras.
Después de recorrer esta segunda cueva ascendemos hasta lo alto de la colina, 300m por encima de la cueva, y disfrutamos de las vistas del río sobre la selva montañosa. El descenso es algo más complicado, pero sobrevivimos. Una vez abajo la señora guardiana de las cuevas nos ofrece sendos trozos de fruta.
De nuevo nos encaminamos hacia los campos de arroz. Hemos empleado más tiempo del previsto en las cuevas así que aceleramos el paso hasta llegar al punto de control. De nuevo nos registramos en el libro y pagamos la entrada. El lugareño se ríe, posiblemente no mucha gente repita la excursión. Pasamos de la cueva y vamos directamente a los campos de arroz. Sacamos fotografías y admiramos el paisaje que es realmente bello. De nuevo se levanta un viento sospechoso. Pero esta vez las nubes vienen del sur. Las primeras gotas nos advierten de que apenas disponemos de unos minutos para llegar a la aldea, cuya primera edificación es un sencillísimo restaurante. No bien ponemos el pie en él y comienza un tremendo aguacero. Pero a diferencia de ayer, hoy resguardados, sentados cómodamente y con una cerveza del tiempo en la mano la lluvia se vive mejor.

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