Casi
al amanecer abandonamos nuestro refugio y de nuevo nos ponemos en la carretera
para cubrir los 50km que nos separan de Pakse.
Junto
a esta carretera se encuentran las cascadas más interesantes de la zona.
Nuestra
primera parada es en la cascada Tat Yuang. Aún es primera hora y los grupos de
turistas no han llegado así que disfrutamos de ella en soledad. El acceso a la
cascada se hace por la zona alta. En las pequeñas islas que forma el río antes
de precipitarse al vacío hay una pequeña zona de picnic con bancos y mesas. El
sol ilumina a través de las nubes y crea un hermoso arco iris sobre la cascada.
Descendemos por un empinado camino hasta la base de la cascada. El 2010 fue un
año seco pero este está siendo especialmente lluvioso. La cascada se precipita
desde una altura de 30 metros con una fuerza descomunal. Una nube de vapor de
agua surge del fondo y empapa toda la vegetación circundante que danza
locamente. La llegada del primer grupo de turistas tailandeses nos avisa de que
ha llegado el momento de marchar.
En
la entrada de las cascadas hay una plantación de café gestionada por un
expatriado que tras vivir en Francia durante muchos años como contable, decidió
volver a su tierra y hacerse cargo de la plantación. Aunque sus conocimientos
sobre el mundo del café no fueran muy amplios tenía tiempo y dinero. El amable
jubilado además de ofrecer una coqueta y moderna cafetería se presta a recorrer
su plantación con todo aquel que lo solicite de forma gratuita y nosotros así
lo hacemos.
Pero
nuestra excursión debemos posponerla un buen rato mientras el dios de la lluvia
decide hacer acto de presencia y sentarse a nuestro lado. Durante una hora, y
mientras tomamos una taza de té, hablamos con él sobre lo divino y lo humano.
Él tiene una larga vida que contar y nosotros tiempo.
Repasamos
su vida en Francia, la muerte de su mujer, el retorno a su hogar y su nuevo
matrimonio, los negocios del café....pero también nos da tiempo para hablar de
la vida, del dinero, de la amistad y del amor. Y por supuesto del café.
Tras
la lluvia recorremos la plantación. Mientras nos explica las diferencias entre
las variedades robusta, arábiga e inglesa, no desaprovecha cualquier
oportunidad para arrancar hojas de las plantas que nos encontramos y nos la da
a probar mientras recita su nombre en inglés y lao, y sus propiedades
culinarias y a veces también medicinales. Entre los arbustos de café mascando
hojas, más parecemos vacas de dos patas que viajeros.
La
lección de agricultura y botánica es más que interesante pero nuestro viaje
debe continuar. Ojala tenga suerte y viva su vida como quiere hacerlo. Entre
cafetales y con tranquilidad.
Llegamos
a la cascada más alta de la zona, la Tad Fan. Una doble cascada que se
precipita desde más de 100m de altura al fondo de un barranco tan inaccesible
que solo es posible verla desde la lejanía.
En
nuestro camino a Pakse un nuevo control policial. Esta vez no nos lo podemos
saltar. El agente nos saluda. Comprueba que los intermitentes funcionen, así
como las luces. Se rasca la cabeza bajo su gorra. No se le ocurre nada por lo
que multarnos. Nos deja continuar Su extra deberá esperar. Si la policía fuera
igual de diligente con sus conciudadanos….
Antes
de entregar las motos visitamos un templo a las afueras de la ciudad. Unos
monjes acuden a hablar con nosotros. No saben dónde está España pero sí que
ganó el último Mundial y que su campeonato de fútbol de llama “La Liga”.
Entregamos
las motos y nos vamos a cenar. Nuestro viaje continúa pero mañana abandonamos
Laos.
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