sábado, 8 de octubre de 2011

08. Kep


Desayunamos en un buffet por 2.75$. El buffet es la única forma de comer barato en la capital sin tener que recurrir a los puestos callejeros. La verdad es que la comida no es muy variada ni de calidad exquisita pero está más que razonablemente bien para el precio que pagas.
Quince minutos antes de la salida programada estamos en la estación de autobuses de Phnom Penh Sorya frente al mercado central. El ir y venir de autobuses es constante. El nuestro sale con una puntualidad británica. El vehículo hace tiempo que entró en su otoño vital pero lo cierto es que se mantienen con una salud envidiable. El aire acondicionado funciona a la perfección, los asientos aún son mullidos y reclinables. Quizás la suciedad sea lo que más denote el paso del tiempo....o la dejadez.
Las carreteras de Camboya parecen autopistas germanas al lado de las de Laos. El viaje discurre sin incidentes salvo las invasiones que hacen los vendedores ambulantes cada vez que para el bus. El paisaje alterna grandes extensiones de campos de arroz con zonas montañosas más lejanas. Este año está siendo especialmente lluvioso y eso se nota en las zonas anegadas que bordean la carretera. Muchos bosques y especialmente las cuencas de los ríos se encuentran saturadas de agua.
El autobús para en la estación de Kep, pero no nos bajamos. Queremos hacerlo unos cientos de metros más al norte. Algunos conductores de tuk-tuk viendo que se les va el negocio nos mienten y nos dicen que el autobús sólo para aquí. El conductor calla como una puta pues no quiere perjudicar a sus conciudadanos ni tampoco mentir. En cualquier caso nosotros sabemos que el autobús parará donde nosotros le digamos. Pues así lo hacen siempre. No nos bajamos. Cuando llegamos a la rotonda norte le pedimos al autobusero que pare y así lo hace. Una vez en tierra alguno de los conductores de tuk-tuk nos han seguido y nos vuelven a asaltar con sus servicios. La mayoría de los turistas que se bajan ya tienen elegido su alojamiento. No es nuestro caso. Es mediodía y tenemos tiempo. Gortxu va en busca de alojamiento mapa en mano y yo me quedo bajo un árbol al cuidado de las mochilas. Los conductores de tuk-tuk no desisten en ofrecer sus servicios a pesar de que les digo por activa y por pasiva que no los necesitamos. Finalmente saco un libro y uso una mochila como almohada. Parece que ahora sí entienden que no tienen nada que hacer y se van. No sin antes dejarme sus tarjetas de contacto....por si acaso.
Finalmente nos decidimos por el Boat House un sitio tranquilo, limpio y bien gestionado. Dejamos las mochilas y planificamos lo que vamos a hacer los días siguientes.
Está anocheciendo y nos acercamos a la costa a ver el ocaso. De nuevo las densas nubes del horizonte terminan por difuminar la puesta de sol tanto como nuestras expectativas. De cualquier modo sentados en el malecón es agradable sentir bajar la temperatura y dejarse acariciar por la brisa marina que ahora, al final del día, se hace más fuerte.
Nos quedamos en el “Crab Market” para cenar. Este mercado eminentemente turístico está lleno de restaurantes con vistas al mar que sirven pescado y marisco fresco. Que nadie piense lujosos y bonitos restaurantes en preciosos palafitos que hunden sus cimientos en una hermosa playa. Todo es más mundano y chabacano pero para nosotros es más que suficiente. El marisco lo mantienen vivo  en unas cestas de mimbre sumergidas en el mar frente a sus chiringuitos. Atadas a los cimientos del restaurante no tienen más que tirar de la soga para recogerlas.
En nuestra primera noche y con pocas ganas de cenar nos decidimos por unas sepias a la plancha que no es la octava maravilla pero se dejan comer.

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