Desayunamos en un buffet por 2.75$. El buffet es la única forma de comer barato en la capital sin tener que recurrir a los puestos callejeros. La verdad es que la comida no es muy variada ni de calidad exquisita pero está más que razonablemente bien para el precio que pagas.
Quince minutos antes de la salida programada estamos en la
estación de autobuses de Phnom Penh Sorya frente al mercado central. El ir y
venir de autobuses es constante. El nuestro sale con una puntualidad británica.
El vehículo hace tiempo que entró en su otoño vital pero lo cierto es que se
mantienen con una salud envidiable. El aire acondicionado funciona a la
perfección, los asientos aún son mullidos y reclinables. Quizás la suciedad sea
lo que más denote el paso del tiempo....o la dejadez.
Las carreteras de Camboya parecen autopistas germanas al
lado de las de Laos. El viaje discurre sin incidentes salvo las invasiones que
hacen los vendedores ambulantes cada vez que para el bus. El paisaje alterna
grandes extensiones de campos de arroz con zonas montañosas más lejanas. Este
año está siendo especialmente lluvioso y eso se nota en las zonas anegadas que
bordean la carretera. Muchos bosques y especialmente las cuencas de los ríos se
encuentran saturadas de agua.
El autobús para en la estación de Kep, pero no nos bajamos.
Queremos hacerlo unos cientos de metros más al norte. Algunos conductores de
tuk-tuk viendo que se les va el negocio nos mienten y nos dicen que el autobús
sólo para aquí. El conductor calla como una puta pues no quiere perjudicar a
sus conciudadanos ni tampoco mentir. En cualquier caso nosotros sabemos que el
autobús parará donde nosotros le digamos. Pues así lo hacen siempre. No nos
bajamos. Cuando llegamos a la rotonda norte le pedimos al autobusero que pare y
así lo hace. Una vez en tierra alguno de los conductores de tuk-tuk nos han
seguido y nos vuelven a asaltar con sus servicios. La mayoría de los turistas
que se bajan ya tienen elegido su alojamiento. No es nuestro caso. Es mediodía
y tenemos tiempo. Gortxu va en busca de alojamiento mapa en mano y yo me quedo
bajo un árbol al cuidado de las mochilas. Los conductores de tuk-tuk no
desisten en ofrecer sus servicios a pesar de que les digo por activa y por
pasiva que no los necesitamos. Finalmente saco un libro y uso una mochila como
almohada. Parece que ahora sí entienden que no tienen nada que hacer y se van.
No sin antes dejarme sus tarjetas de contacto....por si acaso.
Finalmente nos decidimos por el Boat House un sitio
tranquilo, limpio y bien gestionado. Dejamos las mochilas y planificamos lo que
vamos a hacer los días siguientes.
Está anocheciendo y nos acercamos a la costa a ver el ocaso.
De nuevo las densas nubes del horizonte terminan por difuminar la puesta de sol
tanto como nuestras expectativas. De cualquier modo sentados en el malecón es
agradable sentir bajar la temperatura y dejarse acariciar por la brisa marina
que ahora, al final del día, se hace más fuerte.
Nos quedamos en el “Crab Market” para cenar. Este mercado
eminentemente turístico está lleno de restaurantes con vistas al mar que sirven
pescado y marisco fresco. Que nadie piense lujosos y bonitos restaurantes en
preciosos palafitos que hunden sus cimientos en una hermosa playa. Todo es más
mundano y chabacano pero para nosotros es más que suficiente. El marisco lo
mantienen vivo en unas cestas de mimbre
sumergidas en el mar frente a sus chiringuitos. Atadas a los cimientos del
restaurante no tienen más que tirar de la soga para recogerlas.
En nuestra primera noche y con pocas ganas de cenar nos
decidimos por unas sepias a la plancha que no es la octava maravilla pero se
dejan comer.
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