jueves, 20 de octubre de 2011

20. Koh Kong


Está claro, la empleada de la agencia de viajes se equivocó. Según ella a las seis y media de la mañana vendrían a recogernos para partir a Koh Kong. Son las siete y no ha venido nadie. Pedimos el desayuno para hacer tiempo mientras nos acordamos de todos sus familiares y la mandamos al infierno budista que nos hemos enterado que también existe, porque una hora más de sueño es una hora más de sueño. Justo acabamos el desayuno y llegan a buscarnos. Son las siete y cuarto según ella la hora a la que salía el bus. Mandamos que nos pongan la ensalada de fruta para llevar. Nos la comeremos por el camino. Según la agencia el autobús tiene baño......¡como no sea sacando el culo por una ventanilla!. Pero eso es lo de menos pues el viaje no durará más de cinco horas.
Partimos a las ocho y cuarto. El aire acondicionado está a tope. No importa ahora hace frío porque es primera hora al mediodía pero en un par de horas lo necesitaremos.
El viaje transcurre plácidamente. La carretera que conduce a Phnom Penh está bien asfaltada. Sólo cuando nos desviamos hacia Koh Kong empeora pero se compensa con el paisaje de los montes.
La selva Carcadomo ocupa el suroeste del país. Sus cumbres no son muy altas, menos de 2000m, pero la densidad de montañas, profundos valles y estrechas vías fluviales son el hogar de numerosas y a veces extrañas especies animales como tigres, elefantes, osos, cocodrilos, pangolines tortugas y gran cantidad de aves. A pesar de que la presión deforestadora ha hecho mermar considerablemente la extensión de la selva sigue siendo la segunda selva tropical más grande del sudeste asiático. Al amparo de la Unesco se han creado algunas asociaciones que defienden la biodiversidad de la selva e intentan mantenerla a salvo de la especulación urbanística y de la explotación minera y maderera.
Llegamos a Koh Kong. Nos asaltan varios tuk-tuk. Compartimos uno con una pareja de viajeros. Nos cobra tres dólares en total. Algo caro para apenas un kilómetro pero no nos apetece regatear. Además no estamos solos. El conductor nos lleva a un hotel concertado. Le decimos que nos deje en el centro del pueblo y así lo hace.
Koh Kong es una ciudad fea con el típico aspecto de ciudad camboyana sin interés. No hay ningún edificio que destaque y si lo hace es por su fealdad, como esos hoteles nuevos estilo chino. ¡Dios con lo bella que es la porcelana china!
Durante muchos años la ciudad ha vivido del comercio que transcurre por la frontera con Tailandia y de su puerto mercante. Prostitución, contrabando y alcohol era en lo que se basaba la economía de la ciudad. Afortunadamente con la llegada del turismo todo empieza a cambiar lentamente. Y aunque la ciudad no puede quitarse de un plumazo años de abandono y degradación quizás esté construyendo un nuevo futuro.
No todos los hoteles están abiertos pues hace dos días que se fue la luz y aún no saben cuándo van a arreglarla. Sólo los establecimientos con generadores propios pueden mantener la actividad. Elegimos el hotel Apex que por 10$ nos ofrece una cómoda habitación. Eso sí con ventilador. El hotel tiene piscina y aunque no luce muy lustrosa nos puede sacar de un apuro.
Paseamos por la ciudad anodina. Solo el frente marítimo que da al estuario agrada la vista un poco. El kilométrico puente que salva el río lo preside. Nos paramos un rato viendo como desembarcan pescado de uno de los barcos atracados. Un poco más allá otro barco descarga enormes bloques de hielo que arrastran por el suelo. Las jaulas para la captura de marisco se amontonan en el muelle. A su lado montañas de redes. Varias barcas surcan las aguas y se ven pequeñas frente a las grandes dragas cuyas sombras las eclipsan. En este frente marítimo de la ciudad se están construyendo o reformando nuevos hoteles con cierta categoría y distinción. Como no, la gran mayoría regentados por occidentales.
Un rayo surca el cielo. El olor a ozono es intenso. La línea del horizonte se va difuminando hasta desaparecer. Sabemos que apenas tenemos unos minutos. Dejamos atrás el puerto y nos dirigimos al hotel. Llegamos a tiempo, una enorme tromba de agua descarga sobre la ciudad, que enlentece su ritmo pero no se para.

No hay comentarios:

Publicar un comentario