lunes, 10 de octubre de 2011

10. Kep.Wat Kiri Sela

A  poco más de 20 kilómetros de Kep se sitúa el pueblo de Kompong Trach. Es una ciudad fea y polvorienta, típicamente camboyana. Pero muy cerca unas formaciones kársticas dan cobijo a una cuevas sagradas; el Wat Kiri Sela
Es fácil llegar hasta allí pues las montañas se levantan entre campos de arroz y destacan como un faro en una noche cerrada. Los niños locales rápidamente se ofrecen a hacerte de guía. Si quieres visitar las innumerables cuevas que salpican toda la zona es más que aconsejable hacerse con sus servicios. Pero en nuestro caso que sólo pretendemos ver la cueva principal no es necesario.
El templo Kiri Sela se levanta en lo que los lugareños creen que son las entrañas de un dragón. Accedemos por la boca donde una formación rocosa alargada hace las veces de lengua. Son apenas 10 metros y al fondo una luz nos guía hasta su estómago que no es otra cosa que una cueva colapsada hace mucho tiempo y por tanto abierta al cielo. Lo cierto es que una vez en el interior de este enorme agujero parece que nos encontremos en el mundo perdido. Con un diámetro de unos 20 metros y una altura de más de 30 metros este enorme pozo natural es exuberante. A pesar de la verticalidad de sus paredes la vegetación se las arregla para crecer hacia el cielo y cubrir todo con la habitual frondosidad de la selva. No es un sitio turístico por lo que estamos solos. Las pequeñas cuevas que hay en la pared son ocupadas por sendas estatuas de Buda. No son especialmente bellas pero lo compensa el entorno. Los monos hacen de las suyas en lo alto de los árboles. No se dignan a visitarnos.
De nuevo en la moto y tras un alto en el mercado local, visitamos Phnom Sorsia.
Es un pequeño monasterio muy colorido y no muy antiguo. Arquitectónicamente no dice mucho pero las vistas de los campos de arroz que lo rodean merecen la visita. A la izquierda del monasterio unas escaleras conducen al Rung Damrey Saa, o cueva del elefante blanco, llamada así por una formación a la derecha de las dos imágenes residentes de Buda. Lo cierto es que hay que tener bastante imaginación. La cueva es abrupta y resbaladiza. Tras descender y continuar por la caverna unos 100m se llega a una pared que bloquea el camino pero de la que pende una liana que permite ascender hasta un lucernario y desde allí ver la selva y con suerte algún mono. A la derecha del monasterio hay una cueva repleta de murciélagos, pero las oquedades los mantienen fuera de la vista.
Con el sol cayendo volvemos a Kep para cenar de nuevo marisco a la pimienta verde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario