jueves, 18 de octubre de 2012

18. INDONESIA 2012. Jakarta (Java)



El viaje hasta Papúa Occidental se espera duro. Despegamos de Singapur, adiós al mejor aeropuerto del mundo, para plantarnos en Jakarta en poco más de tres horas. Tenemos que cambiar de terminal para tomar el vuelo que nos conducirá a Papúa, pero creemos que andamos justos de tiempo. Es ya noche cerrada y la actividad de la terminal ha disminuido considerablemente. Mal acostumbrados por el aeropuerto de Changi los carteles no nos orientan. Salimos corriendo al exterior para buscar la forma de llegar a la otra terminal. Nada más poner el pie en la calle un señor nos aborda y nos dice:
- “Lion Air transfer?”
“Perfecto” –pensamos. Andamos justo de tiempo y el personal de tierra nos ha venido a buscar para no demorar la salida del vuelo. Nos sorprende la eficacia.
Le seguimos y nos monta en un taxi. Comenzamos a sospechar. Antes de subir le preguntamos si el traslado a la otra terminal es gratuito, pero el señor elude contestarnos y nos apremia a que subamos al coche. Nos subimos no muy convencidos. De nuevo dentro pregunto si el “transfer” es gratuito. El señor comienza a divagar. No me fio. Quiero que me diga que la carrera es gratuita. Pero solo consigo que me diga que nos pedirá 135 rupias como propina. Mentalmente hecho cálculos. 135 rupias son menos de 0.01 céntimo de euro. Por esa cantidad en Indonesia no te dan ni los buenos días. Ya lo veo todo más claro. Todo es una trampa. Ni el señor pertenece a LionAir ni la tarifa que nos va a cobrar son 135 rupias, sino 135.000, unos 10 euros. Supongo que mitad para él mitad para el taxista. Inmediatamente pido que detenga el coche que nos bajamos. Hacen oídos sordos. No me importa, aún estamos en el aparcamiento y el coche va despacio. Abro la puerta, si la golpea con algún coche es su problema no el mío. Viendo que el truco no ha colado finalmente para el coche y nos bajamos. Él se baja con nosotros. Ni que decir tiene que le pongo a bajar de un burro, mitad en inglés, pero más en castellano. No me entiende pero a mi cara de cabreo no le hacen falta subtítulos. Se escabulle entre los coches.
De nuevo en la terminal buscamos desesperadamente la forma de llegar a la terminal doméstica. Finalmente encontramos la parada del “shuttle bus”. No sabemos la frecuencia de paso, preguntamos a un matrimonio que está allí. Ellos tampoco lo saben, aunque sí que el servicio es gratuito. Están esperando a un coche privado para que los lleven al centro de la ciudad, donde viven, pero se ofrecen a llevarnos a la Terminal doméstica. Les agradecemos el gesto, pero justo en ese momento llega el autobús. Nos despedimos de ellos y les damos las gracias una vez más.
Ya en el autobús estamos más relajados. El comienzo ha sido un poco difícil. Y la tranquilidad aumenta al fijarnos en el reloj digital que preside el frontal del autobús. No nos hemos dado cuenta de que hemos cambiado de uso horario y disponemos de una hora más de lo que creíamos. Tenemos tiempo más que de sobra.
En menos de 20 minutos estamos en la vieja Terminal doméstica. Nos espera un largo vuelo nocturno así que comemos algo antes de embarcar.