sábado, 6 de octubre de 2012

06. Khulna (Bangladesh)



Preguntamos por el autobús a Khulna. Nos señalan uno que no tiene mala pinta para los estándares bengalíes. Además un cartel en su parabrisas anuncia que es Express Direct…..con un poco de suerte quizás vaya a más de 30km/h. Mientras esperamos a que llegue la hora de partir desayunamos en uno de los puestos de comida de la estación de autobuses. Si no hubiera sido por los aperitivos fritos estilo samosas y parathas hace tiempo que hubiéramos muerto de inanición. Nos tomamos dos tés cada uno porque el té bengalí es un poco pequeño para nosotros. Bueno en realidad tomamos dos tés porque el camarero está de muy buen ver.
Subimos al autobús e iniciamos el camino a 10kn por hora y con un extraño ruido en el motor. Al principio pensamos que quizás quiere coger más pasajeros por el camino pero lo cierto es que el autobús discurre por una carretera donde, curiosamente, no hay nadie. Todos los coches nos adelantan e incluso algún rickshaw vacío también. El traqueteo del motor no hace más que aumentar, parece que en cualquier momento vaya a morir. La velocidad punta no supera los 10km/h, comienzo a hacer cálculos de los kilómetros que nos separan de Khulna, me da un mal de solo pensarlo. Lo bueno es que si nos entran ganas de mear nos podremos bajar, evacuar y corriendo un poco volver a subir al autobús. Después de 5km de camino llegamos a un mercado local. El autobús hace una parada para recoger pasajeros ¿Para qué si pueden subir en marcha? El autobús se abarrota con lugareños, animales y mercancías a partes iguales. Ya no vamos holgados. El autobús arranca y enfila hacia la carretera principal. La velocidad comienza a aumentar….hasta tal punto que añoramos aquellos 10km/h. Y ya lo dice el saber popular: “por detrás vendrán que bueno te harán”. Quién haya estado en Bangladesh sabe cómo son sus carreteras…y para quien no haya estado les diré que su anchura es poco más que un camión y que los baches son más numerosos que las estrellas en el cielo, y que al igual que éstas, algunos baches son agujeros negros, y que en cualquier momento te puedes encontrar en medio de la carretera un niño, una gallina, un perro o una vaca y a veces todos juntos a la vez. Por no hablar que la densidad de motos y rickshaw por centímetro cuadrado de carretera que es mayor que la densidad del pelo de Bono (el de ahora, no el de antes). Y a pesar de todos estos peligros, el conductor del autobús decide, a modo de batmóvil, convertir su autobús en nave espacial, y cual Enterprise surca las carreteras a la velocidad de la luz. Nosotros nos miramos, sacamos nuestros cascos y nos ponemos a leer. Si la muerte está ahí fuera, no vamos a poder hacer nada.
Algo despeinados, y mira que en Gortxu es difícil, llegamos a la estación de Khulna.Uno de los principales problemas de viajar por Bangladesh es la falta de mapas y los poco que hay son demasiados generales, así que al bajar del autobús estábamos desorientados y no sabíamos por donde quedaba la ciudad. La estación de autobuses era un caos y una marabunta humana se movía entre los vehículos que llegaban y abandonaban la estación. Casi sin quererlo fuimos engullidos por una de estas corrientes y arrastrados hasta la orilla de un río. Al otro lado divisamos la ciudad de Khulna. Ahora sí sabíamos dónde nos encontrábamos. Subimos a la barca pagando 2tk cada uno. El viaje apenas duró un minuto, suficiente para que un joven iniciara conversación con nosotros. Él también se dirigía a Khulna y aunque no conocía el nombre del hotel que habíamos seleccionado en la guía, le dejamos que negociara un precio con el rickshaw a cambio de ir con nosotros gratis. Bueno dicho así parece que negociamos un trato, y no es cierto, todo surgió sobre la marcha y de forma natural.
Una vez en el centro de la ciudad miramos un par de hoteles y elegimos el Jalico (800tk/ac). El hotel estaba bastante bien y su recepcionista era muy útil y servicial.
Queríamos conectarnos a internet así que anduvimos un kilómetro hasta el edificio del “New Market”. El edificio de dos plantas y forma cuadrada con un pequeño parque central abierto al cielo, podía llamarse “new” pero tenía un aspecto sucio y dejado. La mayoría de los ciber se encontraban en la segunda planta pero los servidores se habían caído y no había conexión posible. Para hacer tiempo tomamos un refresco y unos pasteles, en un local de la planta baja que miraba al triste y abandonado jardín. Los dulces estaban bastante buenos. Las tiendas que conforman el mercado eran poco interesantes y estaban llenos de mercancía china. Solo las tiendas de telas se salvaban pero todas ofrecían las mismas telas así que vista una vista todas. Al cabo de una hora volvemos al ciber y la conexión aunque paupérrima es posible. Mandamos unos correos y decidimos adelantar la salida del país para pasar unos días en Singapur retomar fuerzas y comprar una cámara de fotos nueva ya que la Canon se había roto.
Para volver al centro de la ciudad elegimos hacerlo atravesando el mercado de la ciudad. Está atrapado y asfixiado entre la carretera y el muro que delimita el enorme puerto de Khulna, así que los puestos se alinean a lo largo de un kilómetro. Los pasillos que hay entre ellos son minúsculos y los toldos de plástico que protegen de la lluvia y el sol no hacen más que acrecentar la sensación de agobio. Las mercancías se apilan en columnas imposibles. Es asfixiante y tremendamente exótico. Ni que decir tiene que somos la atracción del momento y todos los dependientes, familiares y amigos salen a recibirnos allá por donde pasamos. La variedad de mercancía es grande, no en vano se encuentra junto al puerto y uno puede comprar un kilo de tomates a la derecha mientras que a la izquierda compras una rueda de repuesto.
El mercado termina junto a unos vagones de tren abandonados, parece que tenemos que desandar parte del camino,  pero nos fijamos que la gente continúa camino así que les seguimos. Pasamos por entre los vagones y vemos que el camino sigue por un agujero hecho en el muro. La zona es más abierta, a la izquierda se sitúa el río, al que a veces se puede acceder por terraplenes de tierra y otras no porque han levantado pequeñas tiendas, y a la derecha se abre una zona arbolada salpicada de edificios la gran mayoría en ruinas. Nos acercamos hasta el río y vemos las barcas cargadas hasta los topes de material de construcción que remontan el río. El agua lame la borda del río e incluso a veces se encuentran parcialmente sumergidos, pero esto no parece importarles a sus capitanes que en la parte trasera de las barcas afianzan el timón mientras el viento sacude sus ropas.
Poco a poco el día pierde su batalla a la noche y la oscuridad nos envuelve cuando llegamos al hotel. Mal comemos en un garito local, comenzamos a estar saturados de fritos, y nos vamos al hotel a descansar.

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