miércoles, 3 de octubre de 2012

03. Rocket Steam - Morealganj (Bangladesh)



A pesar del colchón y del calor hemos sobrellevado bastante bien la noche. Hace tiempo que nos hemos despertado pero como no hay mucho que hacer, y aún nos quedan bastantes horas de barco, ganduleamos en nuestros catres. Nos sirven un desayuno inglés. Decidimos dar una vuelta por las dos cubiertas que componen el barco. El suelo está lleno de pasajeros que han pasado la noche allí. En la zona central de la cubierta inferior está el enorme motor diesel que mueve las palas. Nos fascina y permanecemos largo rato observando cada detalle del motor y de las palas que giran incesantemente bajo un ruido atronador. Constantemente se nos acerca gente para interesarse por nosotros. La gran mayoría son estudiantes que quieren practicar inglés y saciar su curiosidad. Si hubiéramos aceptado cada ofrecimiento de té probablemente hubiéramos muerto intoxicados por teína. Hace tiempo que perdimos la cuenta de las invitaciones. Tememos parecer desagradables pero es que nos abruman con su amabilidad y hospitalidad. Volvemos a nuestro camarote y disfrutamos del paisaje desde nuestra balconada. Bangladesh es un país eminentemente llano así que la orografía es algo aburrida pero la travesía se hace agradable. Cada vez que el barco atraca en el puerto de algún pueblo el barco parece revivir. Los pasajeros se agolpan en las pasarelas y luchan contra los porteadores. Todos quieren entrar y salir a la vez.  Nos ponemos sobre la estructura que cubre las palas, un lugar privilegiado para ver toda esta actividad. Desde el puente de mando el capitán nos invita a subir. Lleva 15 años haciendo este trayecto y conoce el río como la palma de su mano. Nos habla del pasado del barco y de los instrumentos de navegación, pero la conversación se interrumpe cuando se inician las maniobras de desatraque. Nos retiramos para no molestarle. Volvemos a cubierta seguidos por una”troupe”  de curiosos bengalíes. Decidimos tomarnos un té en la cafetería del bar. Nos cobra más que a los lugareños pero no decimos nada, el abuso no fue escandaloso.
El crucero va llegando a su fin. A pesar de la incomodidad, la suciedad de los baños y del atosigamiento de los lugareños es una experiencia absolutamente recomendable y fundamental en toda visita a Bangladesh.
Llegamos a las tres de la tarde a Morelganj. Los camareros nos piden propina a pesar de que no lo han hecho con el resto del pasaje bengalí. Una ayuda no les viene mal. Allí mismo nos está esperando otro barco que no llevará a Bagerghat. El trayecto dura tres horas y nos cuesta 120 tk a cada uno. Nada más entrar en el barco somos la atención del lugar. Los más osados y con un mínimo conocimiento de inglés entablan conversación. Es difícil entenderles con su pronunciación un tanto particular y el ruido de motor de fondo pero hacemos lo que podemos. La primera hora es divertida pero luego comienza a ser cansino contestar una y otra vez a las mismas preguntas. Pero no queremos ser desconsiderados. El barco es bastante pequeño, apenas 10 de eslora por 5 de manga. No hay mucha escapatoria posible. Salimos a proa para disfrutar del paisaje. Allí está un orondo chico indio que va a visitar a unos familiares, su inglés es bastante bueno. Disfrutamos de la brisa y de las vistas. La mayoría del pasaje permanece dentro al resguardo del sol. Invitamos a un té a todos cuantos nos rodean, no son más que 10 takas por cada té, diez céntimos de euro, creo que nos lo podemos permitir.
Poco a poco el sol se va poniendo y para cuando llegamos a nuestro destino la noche ya es cerrada. Unos lugareños nos indican el mejor hotel de la ciudad, está a un corto paseo en bicicleta (15tk) junto a la estación de autobuses, perfecto para continuar viaje.  No tienen aire acondicionado y esta bastante sucio. Si este es el mejor hotel no queremos ni ver el peor. Damos una vuelta por los alrededores pero de noche y sin mapa no nos atrevemos a aventurarnos mucho. Cenamos en uno de los muchos restaurantes que hay alrededor de la estación de autobuses y tomamos un té en un pequeño puesto junto a la puerta del hotel.
Aunque no hemos hecho mucho estamos cansados así que nos vamos a nuestra habitación. Antes de dormir vemos un capítulo de Aida en el portátil. A mitad del mismo llaman a la puerta. Es el recepcionista que nos trae papel del wáter. Da una vuelta por la habitación y nos pregunta que hacemos. Le contestamos que viendo una serie en el ordenador, así que se sienta en la cama junto a nosotros dispuesto a ver la serie. Después de años viajando por Asia sabemos que el concepto de espacio vital e intimidad es muy variable pero aún así no nos dejan de sorprender. Durante unos diez minutos nos acompaña pero pronto se aburre y nos deja solos. ¡Bendito país!.

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