Nos
despertamos sin prisa pero con la misma sensación de humedad. Ese día
volveríamos a Wamena así que la caminata solo serían de unas tres horas hasta
llegar a Sugokmo donde cogeríamos un “bekmo”.
Recogemos
la cabaña con la sensación de que se nos ha hecho corto. Quizás hubiéramos
deseado estar algún día más, pero ya lo dice el saber popular; “si lloras
porque se ha puesto el sol, las lágrimas no te dejaran ver las estrellas”, y
quizás nuestras estrellas estuviesen en otras zonas del valle. Esperándonos. No
era malo marcharse con la sensación de querer estar más; esa sensación de
insatisfacción en realidad alimentaba nuestras buenas vivencias y nuestras
experiencias en los días pasados. Nos parchábamos cansados pero contentos con
lo vivido. Ahora podemos decir que hacer el treking de cinco días por el valle
de forma independiente, es posible y muy recomendable. Pero claro una vez visto
los huevos….Quizás si algún día volvemos nos atrevamos a realizarlo pero ahora
esa oportunidad había pasado.
Antes de
volver queríamos comprar un arco y unas flechas. Hacía más de 6 años que
teníamos el antojo de tales objetos, desde que los vimos en una casa de unos
amigos. Ésta era nuestra oportunidad. Se lo comentamos al dueño mientras
hacíamos cuentas y en poco más de media hora ya teníamos un lugareño en la
puerta de la cabaña dispuesto a vendernos un arco y sus flechas, y algún que
otro objeto más si nos dejábamos convencer. Aunque la occidentalización y la
cristianización se han encargado de diluir la cultura de las tribus del valle,
el arco y las flechas siguen siendo un importante objeto. En estos grupos
sociales relativamente igualitarios, en el sentido de que, teóricamente, todos
tienen los mismos derechos por nacimiento, el arco y las flechas participan en
las exhibiciones de todos los hombres. En pie desde muy temprano, el hombre ha
dormido junto a su arco y su haz de flechas: un gran arco de laurel negro, a
menudo intercambiado en lugares lejanos, y unas flechas entre las cuales las de
punta fusiforme son reservadas por los Dani para los combates, las alargadas de
bambú para matar cerdos domésticos o salvajes, las de muesca para la caza de
marsupiales y las flechas maza o tridente para los pájaros. Nos deleitamos con
la manufactura de tales objetos. Él nos asegura que son los que usa
habitualmente para cazar, y lo cierto es que el arco está sobado, pero dudamos
de que sea verdad. En cualquier caso nos da igual, porque su uso o no ni le
pone ni le quita belleza, ni tampoco autenticidad.
Iniciamos
el descenso por el valle. Conocer el recorrido nos permite dosificar mejor las
fuerzas. El tiempo acompaña y aunque soleado el viento hace muy agradable el
retorno. Después de cruzar el río un grupo de militares nos invita a subir a su
jeep. No es que no nos fiemos de ellos pero ir en la parte trasera de una
furgoneta rodeados de metralletas y subfusiles nos pone un poco nerviosos.
Preferimos denegar la invitación con la mejor de nuestras sonrisas y continuar
camino hasta el mercado desde donde parten las furgonetas llenas de lugareños.
Tenemos bastante suerte ya que apenas tenemos que esperar 10 minutos a que el
vehículo se llene. Vamos como sardinas en lata. Somos la expectación del
“bekmo”. Tener clavados 36 ojos durante un par de horas no es del todo
relajante. Por no mencionar al cerdito de mi vecina de viaje, que encuentra
cómodo mi brazo para dormir y de paso dejarme todo un reguero de baba. ¡Pero es
tan mono y rosadito!. Viajar en estos medios de transporte no es cómodo, y a
veces no higiénico, pero es tremendamente divertido, y la mayoría de las veces
más entretenido y alucinante que muchas películas de Hollywood.
Una vez en
Wamena dedicamos la tarde a envolver el arco. Nos acercamos hasta las oficinas
de Trigana, en el propio aeropuerto, para reserva el vuelo de salida. Debido a
que esa semana se fersteja “el sacrificio del cordero” una de la principales
celebraciones musulmanas comprobamos que no hay ningún vuelo libre hasta el
Domingo. Además la oficina permanecerá cerrada hasta dentro de dos días por lo
que no podemos coger los billetes. que hemos comprado a la mañana y en
comprobar que debido a una festividad musulmana no tenemos vuelo libre hasta el
Domingo.
No es que
la población de Papúa sea precisamente musulmana, pero sí todos los indonesios
que trabajan en la isla y que aprovechan esta festividad para desplazarse hasta
sus hogares de origen.
El resto de
la tarde la dedicamos a descansar nuestros fatigados músculos y a leer.