jueves, 4 de octubre de 2012

04. Bagerhat (Bangladesh)



Nos levantamos temprano, casi al alba. Sabíamos de las consecuencias pero estábamos dispuestos a correr ese riesgo. No nos importaba el peligro. Llevábamos ya una semana en tierras bengalíes y lo necesitábamos. Sin armar mucho ruido descendimos las oscuras y sucias escaleras del hotel hasta la calle. Nos acercamos a uno de los restaurantes de la estación de autobuses y pedí cuatro chapatis mientras Gortxu vigilaba que nadie nos hubiera seguido. Pagamos en metálico para no dejar rastro y continuamos la carreta hacía las afueras unos metros, antes de internarnos de nuevo en el bullicio de la estación de autobuses con el fin de despistar a cualquiera que nos estuviese siguiendo. Fuimos por la parte trasera de la estación y accedimos al hotel por un pequeño callejón. Una vez dentro, Gortxu se adelantó para asegurarse de que el camino estaba libre. Afortunadamente no había nadie en recepción. Subimos rápidamente las escaleras y nos encerramos en la habitación. Corrimos las cortinas y bloqueamos la puerta con una silla. Nuestros corazones latían a un ritmo frenético. Cogí la mochila de Gortxu y abrí los candados con la llave que llevaba colgada al cuello. Saqué cuidadosamente una bolsa. Un ruido en el exterior me sobresaltó. Mis manos se quedaron paralizadas. Con los ojos indiqué a Gortxu que se acercase a la puerta para investigar. Durante unos segundos no nos movimos. Eran nuestros vecinos que abandonaban su habitación. Esperamos a que se hubieran ido y los vimos salir del hotel a través de la ventana. De nuevo en la cama saqué mi navaja suiza. Su filo brillaba bajo la amarilleta luz del amanecer.. Con sumo cuidado procedí a abrir el paquete. Un silbido resonó en la habitación cuando el paquete perdió el vacio. Durante unos segundos no sucedió nada pero luego poco a poco toda ella se llenó de un reconocible olor. Confiábamos en que ese olor se quedara en nuestra habitación y no alertara a la población bengalí. Con la punta de los dedos para no tocar la mercancía abrí completamente el paquete de plástico. Lo deposité con sumo cuidado sobre la cama. Allí estaba frente a nosotros, 100 gramos de exquisito jamón ibérico de bellota de Guijuelo.  En el mercado negro de Bangladesh su precio posiblemente se hubiera triplicado pero no queríamos trapichear con él. Lo queríamos para consumo propio. Una a una fuimos alineando las lonchas. No era mucho pero lo suficiente como para quitarnos el mono. Enrollamos las lonchas en el interior del chapati y dimos buena cuenta del jamón.
La ciudad mezquita de Bagerhat está situada en la confluencia del río Ganges y Brahmaputra. Khan Jahan Ali, un sufí de origen turco,  fue su fundador en el siglo XV y originariamente fue conocida como Khalifatabad. Khan Jahan Ali es venerado en la ciudad porque fue quien planificó las carreteras, puentes y cisternas de agua, además de un gran número de mezquitas, tumbas y mausoleos. Algunos de ellos olvidados hasta no hace mucho tiempo. Khan Jahan era un hombre religioso y pío, esto explica la densidad de monumentos religiosos islámicos. Bagerhat no es una ciudad fortificada posiblemente porque los manglares la hacían impenetrable.  Declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, en sus alrededores se levantan más de 50 monumentos históricos aunque su dispersión, y a veces su abandono, no hacen fácil su visita.
No teníamos intención de visitar todos los monumentos de la ciudad, así que tomamos una moto eléctrica que en pocos minutos nos dejó frente al monumento más importante de la cuidad y del país: la mezquita Shat Gombuj, más conocida como la mezquita de las 60 cúpulas, aunque en realidad tiene 77. Fue construida en 1459, el mismo año de la muerte de su benefactor Khan Jahan. La mezquita desde el exterior tiene aspecto de fortificación, con gruesas paredes de ladrillo y cuatro torres en sus esquinas. Hay una ausencia casi total de adornos en su exterior y su interior, al que se accede por alguna de sus 11 puertas, está lleno de pilares y arcos. Es muy sencilla. Casi extremadamente sencilla diría yo. Solo destacan los 11 mihrabs que están decorados con piedra y terracota. No había mucha gente por los cuidados jardines que la rodean. Antes de salir del recinto hicimos una corta visita al museo que está a su lado. No era especialmente llamativo.
Cruzamos la carretera para visitar la mezquita Singara. Tiene una sola cúpula fuerte y amplia que se apoya en las gruesas paredes de ladrillo, rematado por una cornisa arqueada. No preciamos más de diez minutos para verla. Estábamos un poco desilusionados pues Bagerhat era uno de los centros arqueológico más importantes del país y no había logrado encandilarnos. En un principio teníamos intención de andar hasta la Mezquita Bigi Begni pero decidimos no hacerlo y retornar al pueblo para tomar un autobús dirección a Mongla. Pero antes hicimos una breve visita a la tumba de Ali.
El Mausoleo a Khan Jahan Mausoleo se encuentra en la orilla norte de un depósito de agua (un estanque infestado de cocodrilos) llamados thakur Dighi en lengua bengalí . El estanque es de forma cuadrada y el material excavado en el tanque fue utilizado para hacer un terraplén sobre el cual se construyó el mausoleo.
Al estanque se llega a través de unas escaleras anchas y empinadas construidas desde el terraplén a modo de ghat, en la que siempre hay fieles. El mausoleo tiene una única bóveda de 14m de diámetro construido. El edificio fue hecho de ladrillo y  piedra tallada. En sus paredes están inscritos versículos del Corán y siempre está lleno de fieles que acuden a rendir honores al fundador de la ciudad.
Después de visitar el mausoleo dimos una vuelta por los alrededores del estanque en busca de un famoso cocodrilo que acude a la llamada de un monje para comer. Pero ni el monje estaba por allí ni nosotros sabíamos cómo era la llamada y mucho menos teníamos ninguna gallina que ofrecerle, así que tuvimos que contentarnos con ver la lámina de agua rodeada de vegetación.
En el lado oeste del estanque se encuentra la Mezquita de la Nueve Cúpulas. Sobre las parades de ladrillo se apoya una gran cúpula central rodeada de otras ocho menores. Una verja bloqueaba la puerta de acceso, pero apenas tuvimos que esperar un minutos antes de que apareciera el “keymaster” y nos la abriera con la consiguiente visita guiada, previo abono de sus honorarios.
De nuevo en la carretera principal en apenas 15 minutos llegamos al hotel donde recogemos nuestras mochilas y tomamos un autobús que nos lleve a Mongla. Teóricamente el viaje no iba a durar más de una hora pero finalmente tardamos 3h en llegar. Nos alojamos en el hotel estatal  Parjatan, el mejor hotel en Mongla. El precio es sustancialmente mayor de cuanto venimos pagando, 1700tk, pero cuando llegamos a la habitación y nos tumbamos en  los colchones de espuma las lágrimas de felicidad borran cualquier remordimiento.
El hotel se encuentra al otro lado del río pero hay botes que constantemente conectan ambas orillas por el módico precio de 3tk. El pueblo no tiene nada que ver. Los otros dos hoteles de Mongla se encuentran a aquí, pero ni el Hotel Bangkok ni el Hotel Singapur son recomendables a pesar de lo cosmopolita de sus nombres. Uno de los numerosos guías turísticos no asalta en la calle para ofrecernos una excursión por los Sundarbans. El precio está bastante estandarizado. Como le entendemos bien su inglés y nos enseña el bote en el que iríamos le decimos que sí y determinamos detalles para el día siguiente.
Paseando nos acercamos a las afueras del pueblo. Un grupo de niños nos asaltan y comienza a jugar con nosotros. Les sacamos unas fotos y hacemos unas risas pero llegado el momento de marchar nos agarran para que sigamos jugando con ellos. Como ven que no nos van a retener y no están dispuestos a renunciar a su diversión nos siguen por todas las calles del pueblo. Si ya de por sí llamábamos la atención, con veinte chavales gritando y corriendo a nuestro alrededor es de seguro que no pasamos desapercibidos. Por todos es bien sabido que los chavales no tienen mesura y que les sobra energía a raudales, así que después de una hora terminamos aceptando que no nos los vamos a quitar de encima así que subimos de nuevo al bote y huimos literalmente al otro lado del río. Ya frente a nuestro hotel tomamos parotha y dhal para cenar antes de subir a la habitación.

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