Hoy es un
día extraño. Se celebra una importante festividad musulmana pero siendo Papúa
una comunidad cristiana solo los indonesios de Wamena lo festejan. Así que la
ciudad está a medio gas. Nos acercamos a la mañana temprano hasta la Terminal
de Jibama. A los bekmos que van hacia el norte aún les quedan muchos huecos
libres. Es temprano, no hace calor y nos apetece andar así que decidimos no
esperar y llegar a Suroba andando. El camino es asfaltado pero hay muy poco
tráfico.
La carretera es llana y discurre por el amplio valle. Nos cruzamos con
muchos lugareños que cargados con sus verduras se dirigen a los mercados de
Wamena. En poco más de dos horas estamos en las inmediaciones de Suroba. Nos
sentamos a la sombra a descansar. A lo lejos vemos acercarse a una furgoneta de
una marca japonesa. En el techo un occidental con una cámara profesional va
grabando el paisaje, cuando …¿¡Que ostias hacen dos “güiris” metiéndose en mi
plano?!. O eso es al menos lo que creemos que debió pensar cuando nos ve
sentados bajo un árbol a través de su visor. ¡Eso no se corresponde con la
imagen de aislacionismo que intenta vender del valle!. Nos saluda aunque le
vemos un poco forzado, no sabemos si por la sorpresa o por el cabreo. ¡Pobre
hombre! Con lo grande que es el Valle de Baliem y justo tienen que estar dos
“guiris” a pie de carretera con pinta de estar esperando a un autobús de línea.
Decidimos
abandonar la carretera principal y seguir por un camino de tierra hacia Suroba
para disfrutar más del paseo. El sendero se adentra en un bosque de árboles
parecidos a la araucaria. No es fácil ver este tipo de árboles en Europa y nos
llama la atención. Por supuesto, eso supone una buena sesión de foto y vídeo de
casi una hora. Pero así, ¡cómo vamos a pretender que alguien viaje con
nosotros!
Llegamos a
Suroba hablamos con los lugareños. Junto al pueblo han construido una réplica
que se usa para los grupos de turistas. En esa aldea levantada “ex profeso” se
realizan espectáculos de lucha, asado de cerdos y demás “prácticas” nativas
para deleite de los turistas. Una forma de mantener la tradición y a la vez
conseguir un dinero extra. Puede que sea un poco polémico e irreal pero en una
zona de supervivencia como ésta, los aspectos ético-morales quedan de lado,
apartados por la necesidad. Tras descansar un poco continuamos hacia Dugum. Nos
cruzamos con una anciana que vuelve del monte con una pesada carga de leños a
sus espaldas. Al vernos nos pide un cigarro. Nos fijamos en que la mano
izquierda carece de todos los dedos salvo el índice y pulgar y en que su mano
derecha tres dedos muestran amputación de sus falanges distales.
Sabemos cúal es la razón pero eso no es óbice para que nos sorprenda. Las mujeres se hacen amputar una falange de la mano cada vez que pierden a un niño u otro miembro próximo de la familia. La amputación se hace mediante hacha de piedra pulida y aunque la práctica está prohibida por las autoridades indonesias es prácticamente imposible ver a alguna mujer de más de 30 años de edad con las manos intactas. Sólo el pulgar, y a veces el índice, se respetan para mantener cierta utilidad en las manos. Compartimos con ella un cigarro. Sabemos que hay mucha gente que considera un error seguir incentivando el consumo de cigarros. Quizás sea así, pero mucho nos tememos que la población no va a dejar de fumar porque los turistas no les demos cigarros, y quizás les hagamos más daño con otras conductas nuestras que con el gesto de compartir un cigarro. A veces no hay que ser más papistas que el Papa.
Sabemos cúal es la razón pero eso no es óbice para que nos sorprenda. Las mujeres se hacen amputar una falange de la mano cada vez que pierden a un niño u otro miembro próximo de la familia. La amputación se hace mediante hacha de piedra pulida y aunque la práctica está prohibida por las autoridades indonesias es prácticamente imposible ver a alguna mujer de más de 30 años de edad con las manos intactas. Sólo el pulgar, y a veces el índice, se respetan para mantener cierta utilidad en las manos. Compartimos con ella un cigarro. Sabemos que hay mucha gente que considera un error seguir incentivando el consumo de cigarros. Quizás sea así, pero mucho nos tememos que la población no va a dejar de fumar porque los turistas no les demos cigarros, y quizás les hagamos más daño con otras conductas nuestras que con el gesto de compartir un cigarro. A veces no hay que ser más papistas que el Papa.
Continuamos
camino pero dudamos entre los múltiples senderos que surgen del camino
principal. Preguntamos a una lugareña que nos da las indicaciones en perfecto
indonesio así que, como no podía se menos, terminamos perdidos en medio del
campo.
El terreno es pantanoso por lo que en más de una ocasión debemos desandar parte del camino por ser intransitable, o descalzarnos y cruzar riachuelos en el mejor de los casos. Al cabo de una hora nos volvemos a encontrar con la señora. Ella ya está de vuelta y se sorprende al vernos. Una mal reprimida carcajada nos deja bien a las claras que no nos tiene en alta estima. Nos acompaña un trozo y nos vuelve a indicar el camino en perfecto indonesio…. menos mal que en este caso es seguir todo recto.
El terreno es pantanoso por lo que en más de una ocasión debemos desandar parte del camino por ser intransitable, o descalzarnos y cruzar riachuelos en el mejor de los casos. Al cabo de una hora nos volvemos a encontrar con la señora. Ella ya está de vuelta y se sorprende al vernos. Una mal reprimida carcajada nos deja bien a las claras que no nos tiene en alta estima. Nos acompaña un trozo y nos vuelve a indicar el camino en perfecto indonesio…. menos mal que en este caso es seguir todo recto.
El día ya
ha avanzado y damos por perdido la posibilidad de llegar a Dugum. Tampoco nos
importa. En el valle de Baliem lo menos importante es el destino, lo que
verdaderamente se disfruta es el camino. A pie de carretera esperamos a que
pase alguna furgoneta para volver. No esperamos más de media hora.