viernes, 26 de octubre de 2012

26. Suroba-Dugum (Valle de Baliem. Papúa)



Hoy es un día extraño. Se celebra una importante festividad musulmana pero siendo Papúa una comunidad cristiana solo los indonesios de Wamena lo festejan. Así que la ciudad está a medio gas. Nos acercamos a la mañana temprano hasta la Terminal de Jibama. A los bekmos que van hacia el norte aún les quedan muchos huecos libres. Es temprano, no hace calor y nos apetece andar así que decidimos no esperar y llegar a Suroba andando. El camino es asfaltado pero hay muy poco tráfico. 
La carretera es llana y discurre por el amplio valle. Nos cruzamos con muchos lugareños que cargados con sus verduras se dirigen a los mercados de Wamena. En poco más de dos horas estamos en las inmediaciones de Suroba. Nos sentamos a la sombra a descansar. A lo lejos vemos acercarse a una furgoneta de una marca japonesa. En el techo un occidental con una cámara profesional va grabando el paisaje, cuando …¿¡Que ostias hacen dos “güiris” metiéndose en mi plano?!. O eso es al menos lo que creemos que debió pensar cuando nos ve sentados bajo un árbol a través de su visor. ¡Eso no se corresponde con la imagen de aislacionismo que intenta vender del valle!. Nos saluda aunque le vemos un poco forzado, no sabemos si por la sorpresa o por el cabreo. ¡Pobre hombre! Con lo grande que es el Valle de Baliem y justo tienen que estar dos “guiris” a pie de carretera con pinta de estar esperando a un autobús de línea.
Decidimos abandonar la carretera principal y seguir por un camino de tierra hacia Suroba para disfrutar más del paseo. El sendero se adentra en un bosque de árboles parecidos a la araucaria. No es fácil ver este tipo de árboles en Europa y nos llama la atención. Por supuesto, eso supone una buena sesión de foto y vídeo de casi una hora. Pero así, ¡cómo vamos a pretender que alguien viaje con nosotros!
Llegamos a Suroba hablamos con los lugareños. Junto al pueblo han construido una réplica que se usa para los grupos de turistas. En esa aldea levantada “ex profeso” se realizan espectáculos de lucha, asado de cerdos y demás “prácticas” nativas para deleite de los turistas. Una forma de mantener la tradición y a la vez conseguir un dinero extra. Puede que sea un poco polémico e irreal pero en una zona de supervivencia como ésta, los aspectos ético-morales quedan de lado, apartados por la necesidad. Tras descansar un poco continuamos hacia Dugum. Nos cruzamos con una anciana que vuelve del monte con una pesada carga de leños a sus espaldas. Al vernos nos pide un cigarro. Nos fijamos en que la mano izquierda carece de todos los dedos salvo el índice y pulgar y en que su mano derecha tres dedos muestran amputación de sus falanges distales.
Sabemos cúal es la razón pero eso no es óbice para que nos sorprenda. Las mujeres se hacen amputar una falange de la mano cada vez que pierden a un niño u otro miembro próximo de la familia.  La amputación se hace mediante hacha de piedra pulida y aunque la práctica está prohibida por las autoridades indonesias es prácticamente imposible ver a alguna mujer de más de 30 años de edad con las manos intactas. Sólo el pulgar, y a veces el índice, se respetan para mantener cierta utilidad en las manos. Compartimos con ella un cigarro. Sabemos que hay mucha gente que considera un error seguir incentivando el consumo de cigarros. Quizás sea así, pero mucho nos tememos que la población no va a dejar de fumar porque los turistas no les demos cigarros, y quizás les hagamos más daño con otras conductas nuestras que con el gesto de compartir un cigarro. A veces no hay que ser más papistas que el Papa.
Continuamos camino pero dudamos entre los múltiples senderos que surgen del camino principal. Preguntamos a una lugareña que nos da las indicaciones en perfecto indonesio así que, como no podía se menos, terminamos perdidos en medio del campo. 


El terreno es pantanoso por lo que en más de una ocasión debemos desandar parte del camino por ser intransitable, o descalzarnos y cruzar riachuelos en el mejor de los casos. Al cabo de una hora nos volvemos a encontrar con la señora. Ella ya está de vuelta y se sorprende al vernos. Una mal reprimida carcajada nos deja bien a las claras que no nos tiene en alta estima. Nos acompaña un trozo y nos vuelve a indicar el camino en perfecto indonesio…. menos mal que en este caso es seguir todo recto.
El día ya ha avanzado y damos por perdido la posibilidad de llegar a Dugum. Tampoco nos importa. En el valle de Baliem lo menos importante es el destino, lo que verdaderamente se disfruta es el camino. A pie de carretera esperamos a que pase alguna furgoneta para volver. No esperamos más de media hora.
Una vez en Wamena damos una vuelta por el mercado que está muy animado, lástima que no se puedan hacer fotos, porque si bien la mercancía no es muy colorida sus vendedores lo suplen de sobra. Volvemos antes de que llueva, como todas las tardes.