domingo, 7 de octubre de 2012

07. Pesca con nutrias (Bangladesh)





Nuestra intención era ver la pesca con nutrias, para ello nos acercamos a primera hora a la estación de autobuses de Sonargaon (20tk) en un rickshaw, esta vez no tenemos que regatear. Una vez en la estación nos es muy fácil encontrar el autobús. Basta decir en alto el nombre de la ciudad de destino y esperar a que alguno te agarre y te lleve al autobús. ¡Y es que son tan amales estos bengalíes!
Aún nos quedan unos minutos antes de salir así que aprovechamos y tomamos un té (5tk) y una par de bizcochos (5tk) que están muy buenos. Nos montamos en el destartalado vehículo y comienza así un viaje que en poco más de una hora nos llevara a Noapara (40tk/p). La carretera está llena de baches y los amortiguadores del autobús hace tiempo que murieron, así que somos sacudidos en el interior del vehículo como si fuésemos unas maracas. Al principio nos resulta divertido pero cuando en uno de esos botes chocamos la cabeza contra el techo y sufrimos un latigazo cervical… deja de serlo. Aún así el ánimo no disminuye y seguimos sonriendo y saludando a todo aquel que se nos acerca, que viene a ser más o menos todo el autobús salvo las mujeres. Al cabo de una hora creemos estar en el pueblo pero como los cobradores no nos dicen nada, pensamos que el pueblo será grande y hará varias paradas, así que no nos bajamos. Pero seguimos con la mosca detrás de la oreja y más cuando vemos que el pueblo termina y seguimos sin que nadie nos diga nada. Volvemos a insistir y.....nos dicen que Noapara es el último pueblo que hemos pasado. ¡Vaya!. Nos bajamos al momento y esperamos a pie de carretera a un autobús que vaya en dirección contraria. Llega en poco más de un minuto. Nos montamos y desandamos los 2km. Nos bajamos en el mercado de  Noapara y allí mismo preguntamos por el bote para ir a Gobra, rápidamente nos guían. Debemos cruzar el río que está a unos 100m, para, en la otra orilla coger otro autobús que nos lleve a Gobra. El ir y venir de las balsas en el río es constante. Lo cruzamos por 2takas. Las balsas van tan hasta los topes que la línea de flotación está tan baja que parece que pueda hundirse la barca y zozobrar de un momento a otro. Afortunadamente el río no parece profundo y la corriente no es muy fuerte. Como sardinas en lata pasamos a la otra orilla en poco menos de dos minutos. Según nos bajamos del bote andamos 50m hacia la derecha hasta llegar a la estación de autobuses donde justo en ese momento está saliendo el autobús con destino a Gobra, nuestro destino.
Un profesor entabla conversación con nosotros. Su colegio está a unos 5km y nos pide que nos bajemos con él. Le explicamos que no tenemos mucho tiempo pero que le podemos dedicar 20 minutos. Bajamos y nos mete en el claustro de profesores. El colegio tiene 600 alumnos y ellos son 17 profesores, hablamos con cada uno de ellos en nuestro precario ingles mientras tomamos un té. Nos hubiera gustado entrar en alguna clase pero nos quieren solo para ellos. Al más puro estilo bengalí nos achicharran a preguntas. A la media hora el profesor nos avisa que el autobús con dirección a Gobra está a punto de pasar. Nos despedimos de todos haciendo una foto.  A los 40´ llegamos a Gobra. Somos la expectación del pueblo. En un segundo una treintena de personas nos rodean, algunos quieren llevarnos en moto a donde digamos pero la mayoría solo observan. Nos sentamos para tomar un té y que las cosas se clamen. Pero seguimos rodeados por medio pueblo.  Preguntamos por el pueblo de los pescadores pero no lo debemos pronunciar bien porque nadie sabe. Decidimos seguir la carretera seguidos por una “troupe” de chavales montados en bici. Sabemos que la villa se encuentra a 5minutos andando pero pasan 15 y  no la encontramos. Finalmente una adolescente nos dice que el pueblo que buscamos es Goalba, nosotros decíamos Goyalbani, y que está justo hacia el lado opuesto. Desandamos el camino, hasta el cruce donde nos dejó el autobús, y seguimos por la carretera principal hasta llegar a un pequeño puente. Ahí giramos a la izquierda y andamos 5 minutos entre las casas de un poblado bordeando el río. Llegamos así a Goalba. A lo lejos oímos  a las nutrias. Nos acercamos hasta una barca. Sin decir nada el lugareño nos agarra del brazo y nos sientan en una chabola. Nadie habla inglés, así intuimos que estamos esperando o bien al jefe del pueblo o bien al dueño de las nutrias. Vemos como el chaval que nos ha llevado hasta allí va de un sitio para otro. Finalmente tras 20 minutos de espera nos llevan de nuevo a una de las balsas. Habíamos estado esperando a que reuniesen suficiente gente como para salir a pescar con las nutrias. La barca es sencilla, de unos 6 metros de largo por uno y medio de manga. En el centro un pequeño techo protege del sol. En la popa una jaula de madera guarda a las nutrias que sabedoras de la inminente salida comienzan a gruñir y chillar desesperadas. Antes de subir iniciamos la negociación del precio, nos piden 5.000 pero lo dejamos en 1000 takas.
La pesca con nutrias es una técnica que lleva practicándose durante más de 1.000 años y que estaba ampliamente difundida, incluso se practicó en Europa hasta el siglo XIX. Hoy ésta práctica ha desaparecido de la mayor parte del globo. En estas villas pesqueras, en vez de lanzar redes de arrastre que esquilmarían el río, se ayudan de las nutrias para que asusten a los peces que se encuentran en el fondo o en las orillas de mismo y en su huída caigan directamente en las redes de los pescadores. Normalmente cada barca posee una o dos nutrías adultas amaestradas y sus crías en un número de unas tres o cuatro. Las adultas amaestradas son el bien más preciado del pescador ya que pueden costar más de 100 euros. Sujetos sus cuerpos a una vara a través de una cuerda son liberadas para que vayan en busca de los peces. Los pescadores por su parte dejan caer junto a la barca una red en forma de saco que descienden y ascienden a través de otras varas. Cuando las nutrias encuentran a los peces los asustan, y estos suben a la superficie dirigiéndose a la zona de la red, en ese momento el pescador aparta a las nutrias tirando de la vara para que no coman los peces y a la vez alzan las redes llenas de pescado. Una vez finalizada la pesca reparten unos cuantos peces entre las nutrias a modo de premio. Las adultas deben estar amarradas no solo para apartarlas en el momento de izar las redes sino también para evitar que se escapen. A las crías, sin embargo, no hace falta ya que siguen siendo dependientes de sus madres y las seguirán allá donde vayan. Aunque las nutrias puedan parecer adorables y graciosas son tremendamente agresivas y para nada es recomendable tocarlas porque puedes llevarte un buen susto. De hecho hay casos documentados de pescadores muertos por sus nutrias.
Quizás en un pasado no muy lejano este tipo de pesca era productiva pero hoy en día no lo es. El río está esquilmado, y lo único que consiguen las nutrias son unos cangrejos y el pescado minúsculos que sus cuidadores les dan tras finalizar la faena. A la media hora volvemos a la orilla, tiempo más que suficiente. A la hora de pagar como siempre nos piden más de lo acordado pero nosotros nos negamos y nos vamos.

La vuelta es dura porque el cielo se ha despejado y hace un calor de muerte. Esperamos en Gobra a que llegue el bus. Nos tomamos un té y unas parotas mientras el pueblo observa como comemos. Es un poco incómodo pero comenzamos a acostumbrarnos. Invitamos al que quiera a comer con nosotros pero todos desisten. Por fin llega el autobús que esta atestado, así que unos colegiales nos invitan a subir al techo. Ni cortos ni perezosos lo hacemos, pero en cuanto nos sentamos recordamos todos los baches de la carretera y la forma de conducción bengalí y empezamos a arrepentirnos. Al ponerse el autobús en marcha nosotros nos agarramos a la barandilla como si la vida nos fuera en ello, y de alguna forma es así, se nos debe notar en la cara porque los chavales nos dicen que nos relajemos y disfrutemos....pero no mucho porque hay que estar atentos a agachar la cabeza para que las ramas más bajas de los arboles no nos golpeen y nos tiren del techo. Durante quince minutos permanecemos en el techo del autobús, la mayoría de las veces con la cabeza agachada mientras las ramas de los árboles nos peinan la espalda. Los chavales quieren sacarse fotos con nosotros pero no damos a basto entre agarrarnos, agacharnos y posar… nos estresamos un poco. A los dueños del bus tampoco les hace ninguna gracia que unos “guiris” estén en el techo. En la primera parada nos mandan bajar. 
Perfecto y gracias, la experiencia ha sido corta pero suficiente. Ya dentro seguimos camino hacia Khulna. El viaje es una tortura por el calor. Los únicos asientos libres del autobús son los que dan al sol y no hay cortinas. Cerramos los ojos e intentamos que la hora que nos queda de viaje sea lo más corta posible. A Gortxu hasta le da tiempo a que un lugareño intente ligar con él, ¡Joder con el país musulmán, que venga Ahmadineyad y lo vea!.
Una vez en Khulna vamos a tomar algo fresco y a comer un poco en el mercado nuevo, que es la zona más chic de la ciudad. Nos conectamos a internet pero no aguantamos mucho en el local, ya que el calor es infernal. Incluso los lugareños tienen calor. Se les ve en las caras.
Finalmente el sol se pone y la temperatura baja un poco, pero tampoco mucho. Regresamos al hotel en busca del aire acondicionado como sedientos que buscan agua en el desierto.

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