A primera
hora tomamos un bote regular que nos lleva hasta el pueblo de Lonthoir en Banda
Besar, la mayor isla del archipiélago. Viajamos con Johan que casualmente
también va a dejar las Banda el mismo día que nosotros y en el mismo vuelo.
Banda Besar
fue históricamente la isla con mayor producción de nuez moscada durante la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC). Y aquí aún perdura una de
las mayores plantaciones de nuez moscada de las Banda; la plantación Kelly.
Pasamos gran parte de la mañana recorriendo la plantación entre senderos pocos
marcados, siempre dirección oeste hasta llegar al mar. El paseo de unas dos
horas fue muy agradable ya que los frondosos y altos árboles nos ofrecían una
sombra muy codiciada y la brisa marina hacía que la temperatura no aumentase. Tuvimos
suerte porque al llegar a la costa fuimos a dar con una pequeña cala de arena
blanca.
Descendimos por el acantilado, extendimos las toallas y en calzoncillos nos sumergimos en las poco profundas y tranquilas aguas de la bahía. El día se había ido nublando, eso nos permitió estar en el agua por mayor tiempo. Sentados en el fondo con el agua cubriéndonos hasta el pecho estuvimos hablando sobre lo divino y lo humano mientras observábamos las pequeñas balsas de los lugareños faenar a escasos metros.
Descendimos por el acantilado, extendimos las toallas y en calzoncillos nos sumergimos en las poco profundas y tranquilas aguas de la bahía. El día se había ido nublando, eso nos permitió estar en el agua por mayor tiempo. Sentados en el fondo con el agua cubriéndonos hasta el pecho estuvimos hablando sobre lo divino y lo humano mientras observábamos las pequeñas balsas de los lugareños faenar a escasos metros.
Pasado el
mediodía y tras comer los dulces que habíamos comprado en el mercado antes de
embarcar volvimos al pueblo de Lonthoir. Nos acercamos hasta el fuerte
Hollandia, el mayor fuerte, de las islas Banda construido por los holandeses en
1624 para defender el monopolio de las especies pero casi destruido en su
totalidad por el tiempo y especialmente por el terremoto de 1743. Pero lo
verdaderamente espectacular del fuerte no es su estructura, ni sus muros, sino
las espectaculares vistas que se tienen del volcán Api. Mientras disfrutábamos
de las vistas a la sombra de los árboles, sacamos decenas de fotos incapaces de
evitar querer inmortalizar tan maravilloso escenario.
De nuevo en
el pueblo de Lonthoir conocimos a un profesor de escuela que nos invitó a su
casa a tomar un café especiado. La casa amplia pero sobria la quería habilitar
como “homestay” pero lo cierto es que aún tenía que invertir y cambiar mucho
porque no era del todo apta para cualquier turista, más bien era demasiado
básica y espartana y más para el precio que pedía. Mientras callejeábamos y los
niños nos asaltaban con sus gritos y bromas hicimos un alto en una tienda para
comprar nuez moscada y la flor de la nuez. Tras unas duras pero poco
fructíferas negociaciones, al menos para nosotros, compramos la nuez moscada.
Lentamente
recorrimos la costa norte de la isla, a la sur solo se puede acceder en barco,
pasando por los pueblos de Banree, Biao y Walang. Nuestra intención era llegar
hasta el otro extremo de la isla pero el tiempo se nos echo encima. Al
anochecer la frecuencia de los botes que unen la isla con Neira baja
considerablemente así que al final alquilamos uno, 30.000 rupias, para que nos
llevara al puerto de Neira. El sol se estaba poniendo y el recorrido en barco
de apenas 10 minutos perdurará en nuestra memoria. El cielo se torno de un
increíble color rojo mientras el mar en total calma parecía arder. El volcán
Api fue extendiendo su sombra a lo largo de toda la bahía, y finalmente su
imponente sombra se recortaba sobre un cielo ya oscuro lleno de estrellas. Era
nuestro último día en las islas Banda una joya que habíamos descubierto en la
siempre fascinante Indonesia.
Ya de noche
fuimos al Mutiara para tomar la última cena junto a Johan y el nuevo huésped
del hotel, un diplomático holandés que trabajaba en la embajada de Jakarta.
Abba nos dio los billetes de avión que le habíamos encargado para el día
siguiente. Curiosamente el precio era inferior al de un camarote de primera
clase para el mismo trayecto pero en un barco PELNI. Nos despedimos de Abba y
le deseamos suerte en su nueva ampliación del negocio que estaba proyectando en
un magnífico edificio colonial en el centro de la ciudad. Si todo iba bien en
apenas un par de años el hotel de lujo estaría abierto. Ojalá tuviera suerte
pues se lo merecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario