martes, 20 de noviembre de 2012

20. Gunung Api (Islas Banda. Molucas)



Al amanecer nos preparábamos para ascender a lo alto del volcán Api que domina las islas Banda. Abba nos había recomendado que madrugáramos y ascendiéramos al amanecer para evitar el calor ya que la caminata era dura de por sí. Pero la noche anterior la tertulia se había alargado así que las sábanas se nos  pegaron y salimos del Mutiara más tarde de lo deseable.
El Api es el volcán más visible de la gran caldera de más de 7 kilómetros de ancho sobre la que se asientan las islas Banda. Aunque sobre la superficie del mar éste volcán se eleva hasta los 666m de altura lo cierto es que su base se halla a 4.000 metros de profundidad, así que matemáticamente ¡¡ estábamos ascendiendo un monte de más de 4.000m!! El Api es un volcán activo que ha erupcionado al menos 6 veces en los últimos 400 años. Pero debido a su posición estratégica e importancia histórica las erupciones del volcán se han documentado con bastante fidelidad desde la primera de la que se tiene noticia en 1586, documentada por los portugueses, hasta la última en 1988. De hecho dos noches antes oímos un gran estruendo que nos dijeron provenía del volcán, y para refrendarlo al día siguiente se pudo ver una fina fumarola, pero perfectamente visible desde Banda Neira, que se levantaba desde el cráter. Nos comentaron que el 8 de octubre de ese año se había sentido un terremoto de 6,3 grados en las islas Banda y que desde entonces la actividad del volcán, así como su temperatura habían aumentado aunque los expertos vulcanólogos descartaban una erupción inminente.
La última gran erupción se produjo el 9 de mayo de 1988. Una nube de cenizas, de 3 km de altura se elevó hacia el cielo y grandes bombas incandescentes fueron expulsadas. Frecuentes terremotos se sintieron también en las islas Banda en aquellos días. Las islas de Banda Neira y Lontar fueron evacuadas, sin embargo, la erupción provocó la muerte de tres personas y la destrucción de más de 300 casas. Las observaciones por satélite demostraron que la ceniza volcánica llegó a ascender hasta los 6 km de altura. Flujos de lava se deslizaron por la ladera este del volcán y son perfectamente visibles hoy en día. El volcán Api es un estratovolcán de forma cónica bastante regular. Excepto en la zona arrasada por la erupción de 1988 el cono está recubierto por una densa y verde vegetación que se hace menos presente en la cima, donde las altas temperaturas de la tierra no permiten que crezca nada.
Aunque hay varios senderos para subir al cráter, sólo se permite la ascensión por uno marcado, ya que seguir otros senderos conlleva el peligro de poder ser asfixiado por una fumarola tóxica.
La ascensión fue dura. Prácticamente, el camino traza una línea vertical desde la base del volcán hasta la cima, esto supone unas pendientes imposibles que nos obligaban a ir a cuatro patas, ayudándonos de la vegetación para no caer hacia atrás. Además el suelo no es firme, sino que está formado por pequeños cantos rodados y tierra suelta que se desliza a cada paso lo que dificulta aún más la ascensión. No llevábamos ni 15 minutos subiendo cuando tuvimos que hacer un alto para tomar aire. Pero el sendero es tan empinado que no nos podemos sentar sobre el suelo ya que silo hiciésemos nos deslizaríamos. El calor empieza a apretar y rápidamente nos damos cuenta de que hemos sido un poco escasos con el agua. Poco a poco vamos ascendiendo y progresivamente las vistas van siendo cada vez más impresionantes.
 En apenas una hora ya hemos recorrido las tres cuartas partes del camino. Pero ahora comienza lo peor. La vegetación es escasa y baja así que el sol implacable nos achicharra, el cansancio en las piernas se ha acumulado y cuando paramos a descansar al no poder sentarnos los cuádriceps nos tiemblan en señal de protesta, tenemos que empezar a racionar el agua,  nos falta la respiración a cada paso que damos y notamos a través de la suela de nuestras zapatillas como la temperatura de la tierra ha aumentado espectacularmente. De hecho no podemos tocar el suelo con la mano desnuda y mantenerla más de 30 segundos sin que el calor nos obligue a retirarla. Pero todo este sufrimiento se olvida con las vistas. Desde arriba se puede apreciar perfectamente como las distintas islas de las Banda se alinean formando una gigantesca caldera sumergida.
En poco más de 75 minutos llegamos a la cumbre sobre la que ondea una bandera indonesia. Aquí la vegetación es totalmente inexistente y el paraje es yermo y rocoso, contrastando enormemente con el intenso azul del cielo y el mar. En algunas zonas podemos ver pequeñas fumarolas que dejan bien a las claras que el volcán está vivo. Los pies se nos achicharran al contacto con la tierra, en algunas zonas ni tan siquiera podemos tocar la tierra sin quemarnos. Llegamos al punto más alto y las vistas nos dejan sin respiración, Es sencillamente precioso. 




Por un lado tenemos las islas de Pulau Neira y Banda Besar a vista de pájaro y por el otro la visión del cráter, las enormes fisuras de ventilación de 20m de ancho que se crearon en la última erupción y más allá el enorme mar azul. El enorme cráter, ampliado en la última erupción expulsiva, se inclinaba y miraba hacia el oeste. Desde nuestra posición la pared caía verticalmente hasta el fondo del cráter unos 200m más abajo. Desde aquí también era perfectamente visible la última colada sobre la que aún no había crecido vegetación. La colada se adentraba unos metros en el mar formando una característica lengua negra. El calor es intenso. Nos sentimos como en una sandwichera asándonos la cabeza y los pies pero las vistas son tan excepcionales que no nos importa.



Ya sin agua iniciamos el descenso creyendo que sería pan comido peo lo cierto es que fue tan o más fatigoso que la ascensión. La pendiente tan pronunciada y la tierra suelta hacía que a veces nos tuviéramos que dejar caer sobre nuestras nalgas y resbalar si no queríamos terminar empotrados contra algún árbol corriendo sin poder parar. Había que encontrar un equilibrio lo suficientemente rápido para que no nos resbaláramos dejando atrás las piedras sueltas, y los suficientemente lento como para no perder el control de la carrera. Esta vez no nos esperábamos, cada uno debía seguir su propio ritmo si queríamos terminar íntegros. Johan que había pasado una mala noche y tenía diarrea fue el que peor lo pasó.
Una vez de nuevo en la base del volcán nos dimos un merecido descanso en el templete de hormigón que había. Mientras descansábamos pudimos disfrutar de la visión de un barco PELNI, proveniente de las Kei,  entrando en el puerto. No eran grandes barcos crucero pero su manga y eslora eran considerables e impresionaba verles entrar entre las dos islas; Api y Neira.
El resto del día lo dedicamos a descansar sentados en la terraza de nuestro hotel con vistas a Banda Besar, mientras el sol se pone detrás del Gunung Api.

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