Las islas
Kei están perdidas en el mapa y lejos del radar de los touroperadores así que
el turismo aquí es más bien escaso y eso que cuenta con uno de los mejores
arenales de todo el país. Las islas tienen un importante patrimonio cultural
aunque está más ligado al mundo de las costumbres que de las ceremonias así que
no es tan visible para los viajeros como, por ejemplo, lo son en la cultura
balinesa.
Una de sus
costumbres más llamativas es la sabiduría “sasi”, entendiéndolo como magia o
conocimiento de la tierra, algo parecido a la cultura vudú del Caribe. Esta
creencia no se circunscribe solo a las islas Kei, pues está extendida por todas
las Molucas y se basa en la creencia de que el “sasi”, que no es más que una
prohibición, es una especie de hechizo para proteger la propiedad y evitar el
allanamiento de morada, cuya única barrera física real es una fronda de hojas
de palmera a la que denominan “janur”. Pocos se atreven a romper un sasi y
durante muchos años los sass funcionaron muy bien para evitar los robos de
cocos, de huertos o para evitar pescar en época de cría. Pero en los últimos
años los habitantes de Kei han encontrado un lucrativo y desvirtuado uso del
sasi. Así a finales de 2003, los terratenientes tradicionales decidieron
implantar un sasi en el único puente que une las localidades de Langgur y Tual,
las principales ciudades de las islas, deteniendo así el tráfico entre ambas
ciudades. Pero los lugareños ni tan siquieran se atrevían a romper el sasi
andando así que los que hicieron el agosto fueron los barqueros. El sasi no se
retiró hasta que el gobierno pagó para realizar una ceremonia. Pero el uso del
sasi también es válido para los bromistas, como aquellos que pusieron uno en
las puertas del edificio gubernamental impidiendo así el paso de todos los
funcionarios.
Afortunadamente este día no había ningún sasi que nos impidiera deambular libremente por la ciudad de Langgur ni Tual. Lo cierto es que ninguna de las dos es en sí muy interesante. Ambas ciudades es una representación clara de la diversidad religiosa de Indonesia. Langgur es la zona católica, posiblemente también la menos interesante y apenas tiene algún edificio que merezca la pena visitar. Incluso su mercado, situado al sur de la ciudad es irrelevante. Tual es la ciudad musulmana y basta andar por sus calles para darse rápidamente cuenta de ello; los minaretes se alzan sobre los tejados de uralita y el velo es predominante entre las mujeres. El barrio más evocador es de Kyonbawa, que es prácticamente una isla y posee numerosas calles estrechas, algunos palafitos, una pequeña mezquita y un cementerio musulmán con vistas a la bahía. Recorrimos todas estas zonas hasta llegar al puerto donde intentamos preguntar por un barco que nos llevara hasta las islas Banda, pero ningún barco carguero llegaba tan lejos y debíamos esperar a los barcos PELNI que unían ambas islas cada 15 días aproximadamente. Si nos ceñimos al resultado de la excursión la visita al puerto no fue muy provechosa, pero si nos fijamos en el aspecto viajero, fue todo lo contrario. La experiencia de andar por el puerto de carga como Pedro por su casa, saludar a los estibadores, marineros y otros trabajadores, así como intentar dialogar en las oficinas del puerto es una de esas cosas que te entretienen toda la mañana.
Paseamos
por el multitudinario mercado de Masrum, mucho más interesante que el de
Langur. Los puestos van desde los tradicionales de pescado y carne hasta los
que parecen un todo a cien. El calor era asfixiante, y desgraciadamente no
encontrábamos ya no solo un local refrigerado sino ni tan siquiera una bebida
fresca que no fuera un té caliente o un café.
Ya al atardecer volvemos a Langgur y tras cenar de nuevo en el restaurante del supermercado, el único que encontramos refrigerado, nos fuimos a dormir sudando.
Ya al atardecer volvemos a Langgur y tras cenar de nuevo en el restaurante del supermercado, el único que encontramos refrigerado, nos fuimos a dormir sudando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario