Volvemos a
bucear pero esta vez acompañados de una pareja de alemanes que son los que
pagan el precio del bote hasta el Manta Point. El dia está muy cerrado y no
deja de llover. Salimos a las 10 y bajo la lluvia y el frio vamos hasta el
Manta Point que está casi a una hora. Al lado hay un barco de buceo anclado y
un ojeador está buscando mantas. Le dice a nuestro divemaster que las ha encontrado
antes de regresar al barco para avisar a su grupo de buceadores de origen ruso.
Nosotros nos metemos pero el divemaster es incapaz de encontrar las mantas a
pesar de las indicaciones. Volvemos a la superficie y esperamos a que la lancha
de buceadores rusos llegue a nuestro lado. Cuando ellos se sumergen lo hacemos
nosotros también, pero de nuevo nuestro divemaster es incapaz de orientarse y
seguirles. La visibilidad no es excelente pero si de unos 10m. Uno de los
chicos alemanes ve las mantas y vamos hacia allí. Al principio solo vemos
grandes sombras en una cuidada línea. Nos agarramos al fondo porque hay
corriente y esperamos. Al principio no vemos nada pero poco a poco la
visibilidad aumenta. Intuimos una sombra a nuestra derecha y dirigimos la
mirada hacia allí justo en el momento en que une enorme manta de 3m de
envergadura nos pasa nadando a menos de 3 metros sobre nuestras cabezas. Y tras
esta primera una segunda y luego otra y otra….así hasta seis miembros. Con su
ágil y grácil aleteo parecen enormes naves espaciales que surgen del
ciberespacio como en una película de ciencia ficción. Realizan círculos más o
menos amplios a nuestro alrededor. A pesar de que la visibilidad no es excelente
la visión de las mantas nadando sobre nosotros es espectacular. Durante más de
una hora permanecemos en el fondo agarrados. Gortxu se queda un poco apartado
de nosotros. Es precioso verle sentado en el fondo arenoso mientras mantas de
4m de envergadura le sobrevuelan a escasos centímetros. A mitad de la inmersión
las mantas se reposicionan porque la corriente a cambiado así que aprovechamos
para movernos nosotros también. Nos ponemos juntos y un poco separados del
grupo y ahora las mantas nos pasan por encima a ambos. Un espectáculo
magnifico. Terminamos por reconocer a las mantas por sus distintas manchas. Una
de ellas permanece estática a unos dos metros de nosotros durante más de 10
minutos mientras los pequeños peces se encargan de limpiarla a fondo. Se
introducen por su enorme boca y salen indemnes por sus branquias. Los dos
contentos uno por quitarse de encima a sus molestos parásitos y otros por
llenar sus estómagos. Tras la “toilette” con un simple y grácil aleteo
desaparece en un parpadeo. Durante un gran rato siguen engullendo el plancton
realizando círculos en horizontal y en vertical que son los más espectaculares.
Podríamos permaneces horas observándolas pero los tanques terminan por
agotarse. Todos dejamos el lugar a la vez. Mientras el grupo de buceadores
rusos se descomprime como manda los cánones, nosotros que hemos estado casi una
hora a 12m subimos del tirón a la superficie. Es increíble! Pero, ¡cómo vamos a
descomprimirnos correctamente si el divemaster no lleva ordenador, ni tablas y
si te descuidas ni reloj!
La segunda inmersión
la quieren hacer en el mismo sitio. Pero les decimos que preferimos cambiar así
que nos vamos a Yenbuba, frente a las cabañas de Raymond para hacer la segunda inmersión
entre coral. Viendo que nuestro divemaster no va hacer correctamente la inmersión,
la hacemos nosotros a ojo. Descendemos a 12 metros durante cinco minutos y poco
a poco vamos ascendiendo para hacer la mayor parte de la inmersión en unos 9-6m
y el tramo final a 3m. Es a ojo pero menos es nada.
Regresamos
a Resort. Volvemos a Waisai en un camión, sentados sobre la carga de arena para
la construcción. No vamos solos sino con más lugareños que el camión ha ido
recogiendo por el camino. La arena está húmeda, pero no nos queda más remedio
que sentarnos porque la carretera está llena de curvas y cuestas que nos
impiden permanecer de pié. Una vez en el
pueblo miramos el correo en el único ordenador con conexión del pueblo que
funciona y cenamos en un puesto de la calle.